
Este cuadro mosaico nació del silencio estrellado de mis noches, un atrapasueños en forma de dulce media luna, adornado con un mándala intuitivo. Más que un simple objeto decorativo, es el guardián de los sueños y el testigo paciente de mis aspiraciones más profundas, tejido con la espera y la esperanza que han acuñado mis años de soledad.
La media luna, bañada por una luz interior sugerida por las teselas claras, es el receptáculo de mis sueños nocturnos. Simboliza la feminidad, la intuición y los ciclos de la vida, acogiendo con dulzura los murmullos de mi inconsciente. En su interior, el mandala mosaico despliega sus motivos simétricos, una representación de la unidad interior, de la meditación y de la paciencia infinita necesaria para la manifestación de mis deseos. Cada color, cada forma, es una parcela de mis pensamientos y de mis esperanzas, estructurados con la lentitud y la precisión del mosaico.
Los elementos suspendidos bajo la luna, como amuletos oscuros y misteriosos, encarnan mis votos más queridos, confiados a la oscuridad de la noche con la fe de que encontrarán su camino hacia la luz. Danzan delicadamente, esperando el momento propicio para su eclosión, como semillas preciosas guardadas en secreto.
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«Mis Noches Estrelladas: Mandala de Espera» es una ventana abierta a un espacio íntimo de ensueño y contemplación. Es el símbolo de mi travesía solitaria, un período donde la escucha de mis aspiraciones profundas y la paciencia se han convertido en compañeras valiosas. Este cuadro es un homenaje a la fuerza de la esperanza que centellea incluso en la oscuridad, una promesa de que cada estrella en el cielo de mis noches representa un sueño en devenir, una espera llena de sentido que, con el tiempo, encontrará su plena realización. Es el reflejo de mi fe en la belleza de los sueños y en la paciencia necesaria para verlos florecer.