
Este mosaico es una celebración vibrante del amor verdadero, una eclosión de pasión incandescente simbolizada por la profundidad de los esmaltes venecianos rojos y la riqueza preciosa de la pasta de vidrio dorada. La asociación poderosa de estos dos colores no deja de evocar el famoso «Rojo y Negro» de Stendhal, donde la pasión y la ambición se encuentran. Aquí, el rojo intenso representa ese amor profundo e incondicional, mientras que el oro luminoso, cuyo brillo me recuerda la tierra de aquel que comparte mi vida, venido de Paraguay, encarna el valor inestimable de este sentimiento tan esperado, una respuesta luminosa a una larga espera.
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Durante muchos años, una plegaria silenciosa a San Antonio de Padua nutrió la esperanza de ver este amor manifestarse. Hoy, este mosaico es el testimonio de esa espera finalmente colmada. El oro, como un tesoro extraído de la mina de San Antonio de Paraguay, representa al hombre de mi vida, su valor único y la riqueza que aporta a mi existencia. El entrelazado dinámico de las formas rojas y doradas ilustra la llegada de este amor a mi vida, iluminando cada aspecto de mi ser.
Pero esta obra va más allá del simple encuentro amoroso. Es una metáfora de la fuerza inconmensurable que emana del amor dentro de nuestra pareja. A través de los desafíos del día a día, son la paciencia en las dificultades, la benevolencia mutua, la escucha atenta, la comprensión profunda, la tolerancia inquebrantable y la esperanza constante las que permiten superar cualquier obstáculo. Como un hilo de oro tejido a través de la pasión roja, estas cualidades esenciales fortalecen nuestro vínculo y nos permiten afrontar todas las pruebas.
Este mosaico es, por lo tanto, una celebración del amor encontrado, de la fe y de la perseverancia, pero también un recordatorio poderoso de que la fuerza de un amor verdaderamente compartido, nutrido por la benevolencia y la resiliencia, es capaz de vencer todos los desafíos que se presentan en su camino. El oro de este cuadro es un homenaje al hombre que ilumina mi vida, una luz preciosa venida de Paraguay, y el rojo es el símbolo de la pasión que nos une y nos hace invencibles frente a la adversidad.